Yugoslavia: el conflicto se basa en la intención separatista
entre las provincias de Serbia (cristianos y ortodoxos), Croacia (Católicos) y
Bosnia (musulmanes). En este caso el conflicto es básicamente religioso.
Rusia-Chechenia: Chechenia declara su independencia de Rusia
en 1991, acción que continuó siendo reprimida por los rusos, a tal punto de
convertirse en guerra, posteriormente en guerrillas, secuestros y atentados
terroristas. Es importante destacar que Chechenia es una región rica en
petróleo y además el Islam es la
religión que predomina.
Al inicio de la
pasada década, en marzo de 2000, los jefes de Estado de la Unión Europea
anunciaron la Estrategia de Lisboa. Su objetivo para 2010 era convertir a
Europa en una “economía más competitiva y dinámica basada en el conocimiento,
capaz de un desarrollo económico sostenible con más y mejores empleos y una
mayor cohesión social”. Esto crearía “las condiciones para el pleno empleo y el
fortalecimiento de la cohesión regional en la Unión Europea”. Cuando empieza la
segunda década del siglo XXI, las aspiraciones expuestas en la capital
portuguesa se han desvanecido. En vez de pleno empleo el paro generalizado se
ha apoderado de ella; en vez de crecimiento económico hay estancamiento; en vez
de cohesión hay discordia. Incluso la moneda común, la base de los nobles
planes de Lisboa, está en grave peligro. La Estrategia de Lisboa era la
expresión de que Europa, por medio de la ampliación de la Unión Europea y de
una integración más profunda, podría alcanzar o incluso superar a Estados
Unidos como principal potencia. Esto habría sucedido únicamente a consecuencia
de un poder económico de una Europa unida, sin tensiones sociales ni conflictos
políticos y militares en un periodo anterior.
Por medio de la “estrecha integración de sus intereses
vitales y la transferencia de los derechos de soberanía nacional a
instituciones europeas supranacionales”, afirmó Fischer, los Estados europeos
señalarían su rechazo de los conflictos nacionales que desgarraron el
continente antes de 1945. Sólo de esta manera Europa sería capaz de “desempeñar
el papel que le corresponde en la economía global y la competición política”.
Desde entonces, la idea de Fischer de que Europa podría
organizarse armoniosamente sobre una base capitalista ha demostrado ser una
quimera. En París y especialmente en Londres su propuesta se interpretó como un
intento de subyugar a Europa a los dictados de Berlín. La ampliación de la
Unión Europea a la Europa del este ha resultado ser un arma de doble filo. No
sólo ha traído la expansión del mercado internacional sino también conflictos
políticos e inestabilidad.
Con la llegada al poder de Nicolas Sarkozy y Angela Merkel,
Francia y Alemania habían vuelto otra vez a una política exterior más
independiente fuertemente centrada en Estados Unidos. En 2005 el Canciller
alemán Gerhard Schröder (Partido Socialdemocráta) había dejado el poder
prematuramente, entre otras cosas debido a que la orientación de su política
exterior hacia Rusia había llevado a su creciente aislamiento. Pero no se ha
cumplido la esperanza de que Washington respondiera con una mayor preocupación
por los intereses europeos, ni siquiera tras el cambio del presidente George W.
Bush por Barack Obama.
Ahora la crisis financiera y económica internacional ha
sacado a la superficie todas las contradicciones no resueltas de la política
interna y externa de Europa. En el conflicto entre Estados Unidos y China, que
domina cada vez más el escenario mundial, Europa está siendo empujada al límite
y dividida.
A los gobiernos alemán y francés les amarga que Washington
decidiera una expansión generalizada de la guerra en Afganistán sin consultar
antes a sus aliados de la OTAN. Por otra parte, no quieren dejar esta región
tan importante estratégicamente únicamente bajo influencia de Estados Unidos;
por otra, temen que ellos podrían convertirse en meros agentes de Estados
Unidos en una guerra que cada vez se intensifica más. El fracaso de la
Conferencia sobre el Cambio Climático de Copenhague, del que Europa culpa a los
gobiernos chino y estadounidense, ha causado más ira aún.
La crisis económica ha dejado al descubierto la inherente
debilidad de la economía europea. Los descomunales déficits presupuestarios de
Grecia, Italia, Irlanda, Italia, Portugal y España amenazan con romper el
respaldo del euro. Hasta ahora la moneda común ha impedido una devaluación
generalizada acompañada de un aumento de la inflación, pero el alto valor del
euro, unido al alza de las tasas de interés hace imposible para los países de
la Eurozona superar la crisis sobre la base del libre mercado. Bruselas ha
respondido pidiendo cortes draconianos en los gastos del gobierno,
particularmente en el sector social.
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